¿TENÍA JESÚS TENDENCIA A PECAR? Y ¿CUÁL ESLA NATURALEZA DE CRISTO? UN ESTUDIO INTERTEXTUAL


¿TENÍA JESÚS TENDENCIA A PECAR? Y ¿CUÁL ESLA NATURALEZA DE CRISTO? UN ESTUDIO INTERTEXTUAL

Introducción


 “Dios enviando a su hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” (Romanos 8:3)
“Sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:7)
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo” (Hebreos 2:14)
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en el” (2 Corintios 5:21). Textos como estos,  mencionados arriba, han sido motivo de mucha discusión; por fueron  interpretados a lo largo de la historia cristiana, como respaldando la suposición que Jesús tenía  tendencia a pecar.
          La humanidad de Cristo siempre fue  motivo de mucho debate, hay quienes han negado que Jesús vino en carne y sangre, y que el simplemente es Dios mismo con apariencia humana. En el otro extremo están aquellos que ponen énfasis en su humanidad, incluyendo una probable tendencia a pecar.  Sin embargo se debe  notar que el hecho de que Jesús sea  Dios-hombre, era comúnmente aceptado por la iglesia primitiva; esto no era materia de discusión. Se aceptaba por fe que Jesús era Dios hecho hombre, y que; era el inmaculado hijo de Dios concebido por  obra del Espíritu Santo.
           Fue a finales del siglo primero de la era cristiana, que comenzaron a introducirse filosofías extrañas que ponían en tela de juicio la naturaleza humana de Cristo, por cuanto, no se podía concebir que él haya sido hombre, y al mismo tiempo no participar de la tendencia  a pecar como todos los  miembros de la humanidad. Aquí surgen diferentes escuelas de pensamiento, que comienzan a cobrar fuerza  paulatinamentela; las cuales serán mencionadas brevemente.
Docetismo
Proviene la palabra “dokeo”, de procedencia griega, significa  “aparecer”. El docetismo era una secta gnóstica-cristiana de la antigüedad (70 DC), cuyos orígenes son helenísticos y orientales. Sostenía que la materia es esencialmente baja e impura, y por consiguiente se negaba a creer que Cristo siendo Dios, se hubiera encarnado realmente, que lo que parecía ser un cuerpo, era una mera apariencia. La crucifixión, resurrección y ascensión de Jesús fueron ilusorias.[1]
El apóstol Juan menciona esta ideología en 2 Juan 7:10, advirtiendo que algunos negarían que Cristo hubiera venido realmente en carne y sangre.

Gnosticismo
El gnosticismo era un movimiento religioso y filosófico que surge a finales del primer siglo de la era cristiana, y que, a lo largo de la historia ha buscado dar  respuestas a las preguntas básicas que el hombre se hace sobre su identidad, origen y destino.[2]Definir el gnosticismo, es difícil, puesto que el término tiene muchas aplicaciones; sin embargo la idea básica es que, el fin de las cosas el conocimiento (gnosis), es el único medio a través del cual se pueden conocer los misterios de Dios (por supuesto que aquí Dios es un ser impersonal), y que, estaba reservado a unos cuantos privilegiados que  los profanos eran incapaces de comprender.

Arrianismo
El arrianismo fue uno de los desafíos más formidables que tuvo que afrontar la ortodoxia cristiana en los primeros siglos. El arrianismo deriva su nombre de Arrio, un presbítero de Alejandría que al comienzo del siglo IV sacudió la iglesia con su doctrina antitrinitaria. El punto de partida de Arrio era un monoteísmo estricto, que negaba a Cristo como igual al Padre.
Según él, el Logos era un ser creado, el primer ser creado por Dios,  que se encarnó en Cristo. Citaban con mucha pasión Mateo 16:13, donde Cristo mismo se auto declara “El hijo de hombre”[3]. Se puede decir sin temor a equivocación, que los testigos de Jehová son seguidores acérrimos de Arrio y su doctrina arrianista.
Luego  se mencionará a otros solo por título, con una muy breve explicación, como por ejemplo: El Apolinarismo (siglo IV),  sostenida por Apolinario, quien se preocupaba por explicar cómo la naturaleza divina y humana se unían en Cristo. Luego tenemos el Nestorianismo, el Ebionismo, el Adopcionismo, etc.[4]


[1]Wilton Nelson, Diccionario de la Historia de la Iglesia (Miami: Editorial Caribe, 1989), 351.

[2]Ramón Trevijano, Patrología (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1994), 68.
[3]Atilio René Dupertuis, El carpintero Divino: La persona y la obra de Cristo (Argentina, Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1994), 26.


[4]Ibíd. 26, 27. 
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Problema

El problema que se abordará en el presente trabajo, es si Cristo tenía tendencia a pecar como algunos suponen; puesto que en todo “fue semejante a los hombres”. Otra pregunta que surge es, si Cristo era como  Adán  antes de la caída o como Adán después de la caída. Por supuesto que se abordarán algunos aspectos de la persona de Cristo que necesitan ser estudiados con sumo cuidado.
Propósito
 El principal propósito de este trabajo de investigación es, permitir que la Biblia y los escritos Del Espíritu de Profecía respondan estas interrogantes, que por mucho que se ahonde  en este asunto; nos dejará siempre una permanente sensación de  misterio. Sin embargo no se debe olvidar que la más enconada ortodoxia cristiana, sostiene que Cristo es un cordero sin mancha; de hecho es el único ser humano de quien se dice que fue santo desde su mismo nacimiento. (Lucas 1:35).


Importancia

La importancia de este estudio radica en el hecho real que muchos sostienen, que Cristo es el centro de la fe cristiana. Sin él el cristianismo no tendría sentido. Es pues importante esclarecer quien es Jesús. Al margen de su indiscutible historicidad, se debe también poner  la  mira en el Cristo de la fe. ¿Es Cristo lo que él mismo pretendió ser? ¿Tuvo una naturaleza sin pecado? ¿Era realmente el Hijo de Dios? ¿Podría el cristianismo seguir afirmándose sobre la base de un cordero sin mancha, punto vital para la salvación del hombre? Todas estas inquietudes necesitan una respuesta satisfactoria, las cuales aunque le pertenecen a la fe, representan preocupaciones reales, con consecuencias igualmente reales.


Limitaciones

Hablar de Cristo es un campo amplio, pues se trata del ser mas importante de la historia de la humanidad, único entre el género humano. Su trascendencia es indiscutible; creyentes e incrédulos lo reconocen. Él cambió radicalmente el curso de la historia humana. Uno de sus más amantes seguidores, afirmó que si se escribiera en detalle sólo su estadía sobre la tierra; ni aún el universo entero podrían contener los libros (Juan 21:25)
Aquí  cabe hacer una advertencia muy importante: el presente estudio, sólo abordará un aspecto de su vida, planteado en el problema (¿tuvo Jesús tendencia a pecar?), y esto de forma brevísima, en primer lugar, por contar con un muy reducido espacio; y  en segundo lugar por las limitaciones que como estudiantes los autores suelen tener.

Delimitaciones
Como se dijo antes, en este pequeño estudio se  abordará  solamente un aspecto muy importante de la naturaleza humana de Cristo; por lo tanto no será materia de investigación su naturaleza divina, su ministerio terrenal, o cualquier otro aspecto de su multifacética labor en favor de  de la raza humana.




Presuposiciones
Aún no se empieza a dar respuesta al problema planteado, pero se deduce claramente, el éxito que se tendrá en cuanto a constatar lo que por fe corrientemente se acepta en el mundo cristiano, es a saber que Cristo era el inmaculado hijo de Dios, que vivió una vida sin pecado, y que las aseveraciones bíblicas como Romanos 8:3, Filipenses 2:7, Hebreos 2:14 y 2 Corintios 5:21, que aparentemente plantean a un Cristo con inclinaciones pecaminosas, deben ser entendidas en su debido contexto. Los autores de este brevísimo trabajo, están seguros que finalmente se arribará a conclusiones que tenderán a afirmar la fe en Cristo; y en el dogma Cristiano de su encarnación, con todas las consecuencias e implicaciones que estas representan para el hombre caído; que este puede ser eternamente salvo del pecado y del diablo.
Divisiones
 Textos aparentemente cuestionables
A veces la gente se pregunta si Jesús era como Adán antes de la caída o como Adán después de la caída. ¡La respuesta es sí!
Para comprender esta respuesta, es necesario entender acerca de qué aspectos de la vida de Jesús se esta refiriendo. Se podría dividir la personalidad de Jesús en dos aspectos (La negrita es nuestra): su naturaleza espiritual, y su naturaleza humana que incluyen (la negrita es nuestra), su fuerza física, sus facultades mentales, y su valía moral o espina dorsal. En lo que respecta a su naturaleza espiritual Jesús era como Adán antes de la caída. “A Jesús se lo llama El segundo Adán” (paráfrasis del libro, “95 tesis de la justificación por la fe”).[1]
Cristo era completamente humano, pero completamente sin pecado: el único ser humano, a partir de Adán, que haya podido hacer una afirmación tal. Al final de su ministerio pudo decir, sin contradicción: “Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” (Juan 14:30)[2]. Sin embrago hay textos que aparentemente afirman una probable tendencia a pecar, por parte de Cristo. A continuación los estudiaremos con cuidado.

Romanos 8:3
“En semejanza de carne de pecado”, “en una carne semejante a la del pecado” (Biblia de Jerusalén).
Se puede decir que Dios envía a su hijo con una carne semejante a la de los hombres. Para entender esto se debiera tener en cuenta  lo siguiente: “Dios, enviando a su hijo”. Esta frase apunta a la preexistencia del Hijo (Is. 9:6; Gá. 4:4). La expresión “enviado” (pempas) es un aoristo participio que depende del verbo principal (“condenó”). La idea de la oración gramatical sería: “Dios condenó  al pecado en la carne, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado”.[3] El texto señala, sin duda, a la encarnación de Dios el hijo, y a la concepción virginal. El señor Jesucristo fue hecho verdadera y perfecta humanidad, pero fue librado del pecado. Ahora la expresión “en semejanza de  carne de pecado”  nos dice que Jesús tenia una naturaleza humana pero no una naturaleza pecaminosa. Su naturaleza estaba unida vitalmente, pero sin mezcla, con su naturaleza divina. Es por ello que Jesús no podía pecar.[4]
La forma verbal “condenó” (katékrinen) es el aoristo indicativo, voz activa de katakríno, que significa tanto el pronunciamiento del juicio como la ejecución de la sentencia. Dios hizo ambas cosas mediante el hecho de la muerte y la resurrección de Cristo. (Véase He. 2:14-15)[5]
En su encarnación, el divino Hijo tomó la naturaleza humana, de modo que a partir de ese momento tiene dos naturalezas, la divina y la humana, indisolublemente unidas, aunque reteniendo cada una de sus propiedades características. Pero él tomó la naturaleza humana no como había salido originalmente de la mano del Creador (“y he aquí que era bueno en gran manera”, Gn. 1:3), sino, la  debilitada por el pecado, aunque permaneciendo sin pecado. Nótese: no “en carne pecaminosa” sino “en semejanza de carne pecaminosa”. El  “se vació a sí mismo al tomar la forma de siervo” (Fil. 2:7). “Aunque era rico, por amor a nosotros se hizo pobre” (2 Co. 8:9). El significado probable es que todo esto lo hizo, para poder tratar con el pecado, ya que en su condición divina no podría hacerlo, no por incapacidad; sino por causa de nuestras debilidades.[6]

Filipenses 2:7
“Hecho semejante a los hombres”, (Reina-Valera, 1960), el texto empieza diciendo que Cristo “se despojó a sí mismo”; esta expresión también se puede entender como: “se humilló a sí mismo”, esto subraya mejor la actuación que convenía a la condición humana común, de quien está bajo los otros. “Se humilló” no es sinónimo de “se despojó”; pero lo especifica: la privación voluntaria de la gloria divina, en la condición de siervo, se manifiesta con el acto particular de anonadamiento, precisamente en la obediencia. El participio “genómenos” es una explicación de: “llegando a ser” obediente. Sobre la obediencia de Jesús Mt. 26:39 (la escena en el huerto), Ro. 5:19; He. 5:8. Al hablar de la humillación de Jesús en la obediencia hasta la muerte, San Pablo piensa en el “Siervo de Yavé”.[7]
Para reforzar la idea anterior,  se citará ahora lo que dice el Comentario Bíblico Adventista: “Se despojó a sí mismo”. Literalmente “se vació así mismo”. Este vaciamiento o anonadamiento fue voluntario (ver Juan 10:17-18). No era posible que Cristo retuviera todos los rasgos característicos de la divinidad y al mismo tiempo ocurriera la encarnación. La forma en que se efectuó ese vaciamiento se detalla en el resto de Fil. 2:7, y en el vers. 8. Ver t. V, p. 895.[8]
El término “hecho”, proviene del verbo ginomai, “llegar a ser”, que se usa en contraste con urparjo, “existir” (vers.6). Cristo era Dios pero se convirtió en hombre.[9] Por otro lado, el término “semejante”, sacado de la frase: “Debía en todo ser semejante a los hombres” (He. 2:17), indica que Cristo era un hombre completo y, sin embrago, era también divino. Cuando los hombres contemplaban al Hijo encarnado veían a Alguien semejante a ellos mismos. (Ver t. V, pp 879-880, 894-895).  Finalmente la forma plural de la palabra hombre, “hombres”, destaca  quizá la idea de que Jesús debía representar a toda la raza humana, y no sólo a un hombre.[10]
Por otro lado la nueva Biblia Española lee. “Al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, haciéndose uno de tantos. Así, presentándose como simple hombre”.
La encarnación fue un acto voluntario de parte del hijo de Dios. Dios (el término incluye al Padre, al Hijo y al Espíritu santo) hizo al hombre (la humanidad) a su imagen y semejanza (latín, imago Dei) (Gén. 1:26). Por ser Dios espíritu (Jn. 4:24), su imagen impresa en el ser humano  fue espiritual. Pero Dios en la persona de Jesucristo y mediante la encarnación se hizo a imagen y semejanza del ser humano. Esto incluye una naturaleza humana emocional, racional, volitiva y física. Dios se hizo verdaderamente hombre.
Esas palabras “se despojó” se lee en griego: ekenoseu. Literalmente: “anonadó” o “vació”. No implica que en la encarnación el Christos, perdió su naturaleza divina, vaciándose de ésta, más bien se despojó de su gloria (Jn. 17:5,22).[11]

Hebreos 2:14
“ Él también participó de lo mismo”. Este pasaje merece atención especial, porque no solamente confirma la realidad de la naturaleza de Cristo, sino también señala el beneficio que de allí nos viene. “El Hijo de Dios”, agrega, “se hizo hombre, para que pudiera participar de la misma condición y naturaleza con nosotros; pero su infinita misericordia se manifiesta en esto: en que se vistió de nuestra naturaleza con el fin de poder morir, porque como Dios, no podía experimentar la muerte.[12]
Si se lee todo el texto en Hebreos 2:14 “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo  se puede  entender mejor la expresión, “participó de lo mismo”. Dios no podía morir, por cuanto es inmortal e indestructible, entonces el participa de la naturaleza mortal del hombre caído, para poder ir a la muerte, esta era la única condición que existía para poder destruir al que tenía el imperio de la muerte (al diablo), no se refiere entonces a que el Hijo de Dios participa de la tendencia a pecar que tienen los hombres después de la caída de Adán.
Más como todas las palabras son importantes, hay que analizarlas con cuidado. En primer lugar, la destrucción del demonio al cual se refiere, significa que él no puede prevalecer contra  nosotros. Pues aunque el demonio vive aún constantemente procura nuestra ruina, no obstante, todo su poder para dañarnos ha quedado destruido o restringido. ¡Qué gran consolación es saber que tenemos un enemigo que no puede prevalecer contra nosotros![13]
F. F Bruce comenta este texto (He. 2:14) diciendo, que Cristo participó de carne y sangre “también” con los “hijos”, de tal modo que la humanidad era tan genuina como la de ellos (“debía ser en todo semejante a sus hermanos” vers. 17). Tal distinción significativa, como las que hay entre las dos formas, se apoya en los tiempos del verbo: “los hijos participaron de (tiempo perfecto) carne y sangre” en el sentido de que ese es su estado original y natural; sin embargo, nuestro Señor existía antes de su encarnación; “carne y sangre” no forman parte esencial de su ser entero; pero en un punto determinado en el tiempo, por su propia elección, “él también participó de los mismo”. Y así comenzó  a compartir plenamente la naturaleza de aquellos a quienes deseaba redimir.[14]
Finalmente, se podría concluir incluyendo éste comentario a manera de epílogo sólo para esta parte. Jesús no sólo vino a morir en nuestro lugar, sino que su muerte terminó con el reino de Satanás y su imperio de muerte: Jesús penetró hasta las entrañas de ese reino, y libertó a sus cautivos. Entró en la casa del “valiente” y saqueó sus “alhajas.” (Mar. 3:27). “Despojó a los principados y potestades” triunfando sobre ellos.[15]     

2 Corintios 5. 21
“Por nosotros lo hizo pecado” es decir, Dios lo trató como si hubiera sido un pecador aunque no lo era (DTG 17). Las verdades expuestas en el vers. 21 están entre las más profundas y significativas de toda la Biblia. Éste versículo resume el plan de salvación al declarar la absoluta impecabilidad de  Cristo, la naturaleza vicaria de su sacrificio, y cómo el hombre se libera del pecado por medio del Salvador. Ver. Juan. 3:16.[16]
Por otro lado, es un insondable misterio que Jesús pudiera venir a este mundo como un ser humano y fuera “tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (He. 4:15). Nunca cometió un sólo pecado, en palabra, en pensamiento o en hecho. A través de toda su vida se abstuvo de toda forma de pecado. En esta tierra vivió una vida santa, incontaminada y pura, y siempre estuvo consciente de estar en armonía con la voluntad del Padre (Juan 8:46; 14:30; 15:10; Hebreos 7:26). Cristo, el ser sin pecado, tomó a la humanidad pecaminosa  en su calidad de corazón de amor  y experimentó las tentaciones que nos acosan, pero no fue vencido por ellas en el más mínimo grado. “Se identificó con los pecadores” (DTG 85). La culpabilidad de los pecados del mundo  le fue cargada a él como si hubiera sido suya (Isa. 53:3-6; 1Ped. 2:22-24). “fue contado con los inicuos” (Mar. 15:28). Cristo se identificó con el pecado; lo tomó sobre sí mismo en un sentido real, y sintió el horror de la separación de Dios.[17] En conclusión, 2 Corintios 5:21, no sugiere ni remotamente que Cristo tenía tendencia a pecar. El texto indica, que él asume la responsabilidad del pecador y las consecuencias del mismo, y todo esto por una extraña y voluntaria iniciativa de amor hacia el realmente culpable: El hombre.

Evidencias en favor de su inmaculada naturaleza

Las Sagradas Escrituras
-          1 Juan 3:5 “Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él”.
-          Juan 14:30 “No hablaré ya mucho con vosotros,  porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí”.
-          Juan 8.46 “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?
-          Hebreos 4:15 “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo  según nuestra semejanza, pero sin pecado”.[18]

El Espíritu de Profecía
“Jesús fue hecho en todo semejante a sus hermanos. Se hizo carne. Tuvo hambre y sed y sintió cansancio. Fue sostenido  por el alimento y refrigerado por el sueño. Participó de la suerte del hombre, aunque era el inmaculado hijo de Dios. Era Dios en la carne. Su carácter ha de ser el nuestro”.[19]
Cristo asumió la forma humana, pero no la pecaminosa, en este sentido Salim Japas (Profesor de filosofía en el Antillian College y Master en Divinidad), hace una ordenada recopilación del Espíritu de profecía en su libro, Cristología (Enero 1977), sobre textos que avalan, que Cristo no tuvo tendencia a pecar. Dichas citas, aunque pertenecen al Espíritu de Profecía se citarán del  libro antes mencionado, y los autores lo recomiendan,  para el que quiera una lista que le facilite el trabajo, si es que deseare estudiar este tema tan apasionante.
“En la plenitud del tiempo había de ser revelado bajo la forma humana. Había de tomar posición a la cabeza de la humanidad, al asumir la naturaleza, pero no la pecaminosidad del hombre. En el cielo se oyó esta expresión: Y vendrá el Redentor de Sión, y a los que se volvieren de la iniquidad en Jacob, dice Jehová”. (The Signs of the Times, mayo 29, 1901)[20]
“ … Jamás, de ningún modo, dejéis la menor impresión sobre las mentes humanas de que una mancha o inclinación a la corrupción  se manifestó en Cristo o que él, en alguna forma cedía a la corrupción […], pero todos los seres humanos se pongan en guardia contra la enseñanza  de hacer de Cristo totalmente humano, tal como nosotros, porque no puede ser”. (The SDA Bible Commentary, tomo 5, pp. 1128-29)[21]
“Él fue tentado en todo según nuestra semejanza. Satanás  estuvo listo para asaltarlo a cada paso, lanzándole sus tentaciones más fieras, sin embargo, no hizo pecado ni fue hallado engaño en su boca. Padeció siendo tentado, padeció en proporción  con la perfección  de su santidad. Pero el príncipe de las tinieblas no encontró nada en él, ni el menor pensamiento o sentimiento respondió a la tentación”. (Testimonies, tomo 5 p. 422)[22]
 Según estas citas,  no hubo ninguna sola respuesta de Cristo a las tentaciones satánicas. Al respecto otra vez Salim Japas cita al Espíritu de Profecía:
“Comprendo que hay peligro al tratar temas que se espacian en la humanidad del Hijo del Dios infinito. Se humilló a sí mismo y tomó la condición humana, a fin de poder  comprender la fuerza de todas las tentaciones con que el hombre es acosado. Ni en una sola ocasión hubo respuesta a sus múltiples tentaciones. Ni una sola vez pisó Cristo el terreno de Satanás, para darle alguna ventaja. Satanás no encontró en él nada que animara sus ataques. (The SDA Bible Commentary, tomo 5, p. 1129)[23]


APLICACIÓN TEOLÓGICA

Consecuencias del estudio
Hebreos 7:26 empieza diciendo: “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, hecho más sublime que los cielos…” Era pues conveniente un cordero así; se deduce fácilmente que la salvación no hubiera sido posible con un cordero manchado por el pecado. 1 Pedro 1:18,19 dice: “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata , sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación …” Toda la Biblia sugiere o enseña directamente que Cristo, si bien es cierto, vino en carne y sangre, era el inmaculado Hijo de Dios, sin mancha ni defecto como lo estipulaban los servicios típicos del antiguo santuario hebreo (Levítico 16)[24]. La pregunta es, ¿cómo afecta al mundo cristiano, la idea de un Cristo sin mancha y sin contaminación? La respuesta se encuentra  en la misma Sagradas Escrtituras, cuando éstas declaran que el único digno de abrir el rollo, era el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, quien había vencido (Apoc. 5:2-5).
El verbo se hizo humano para confirmar las promesas hechas por Dios a los padres, comenzando con el protoevangelio en Génesis 3:15,  y continuando a lo largo del AT  (Isa. 7:14; 9:6; Miq. 5:2). Dos líneas de predicciones se referían a la venida del hijo: iba a venir como Salvador del pecado, tal como estaba prefigurado en los sacrificios del AT (Gén. 4:3,4; Lev. 1:3-9; 17:11),  y anunciado por los profetas (Isa. 52:13,14; 53:3-6; Dan. 9:26; Zac. 13:1,7), y como Rey de su reino (Gén. 49:9,10; Sal. 2; Jer: 23:5,6).[25]
Puesto que Jesús fue tentado en todo según la semejanza del hombre, pero sin pecado (He. 4:15), él puede compadecerse de sus debilidades, y es poderoso para librar de la tentación a los descendientes de Adán, el abrió el camino de la victoria sobre el pecado. La victoria de Jesús le da al hombre,  la victoria sobre las fuerzas malignas que todavía buscan controlarlo y le  permite andar con él en paz, gozo y la certeza de su amor.[26] Él ha prometido que nunca será el hombre tentado más de lo que puede  soportar, y que juntamente con la tentación le dará la salida (1 Co. 10:13).

CONCLUSIONES

Primera conclusión
“Porque  lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” (Ro. 8:3).
Este texto dice  que Jesús tenía una naturaleza humana, pero no una naturaleza pecaminosa. La conclusión del texto señala que “en semejanza de carne de pecado” recalca  que Jesús tomó  la naturaleza humana, para poder condenar al pecado. Nótese que no está diciendo que  Jesús vino en “carne pecaminosa” sino, “en semejanza de Carne pecaminosa”. Es decir, tuvo que hacerse hombre para poder vivir una vida sin mancha, y como hombre poder reemplazar alpecador  en  su muerte.

Segunda conclusión
“Sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Fil. 2:7).
“hecho semejante a los hombres”. El término “hecho” del griego ginomai, significa “llegar a ser”, no está diciendo que Cristo se hace hombre, asumiendo una naturaleza pecaminosa, sino más bien el texto  habla de un Cristo que es divino y preexistente, y que es necesario por causa del hombre, llegar a ser semejante él; pero no igual al mismo.

Tercera conclusión
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. (He. 2:14).
“Él también participó de lo mismo”. Si se lee con cuidado el texto, no está diciendo que Cristo participa del pecado que es natural en todos los seres humanos, más bien “él participa de carne y sangre”; es decir se hace humano, para poder morir, ya que como Dios, no podía hacerlo. El propósito de su muerte, y a la vez de su humanización, se ve claramente en la frase: “para destruir por medio de la muerte  al que tenía el imperio de la muerte, esto es al diablo.

Cuarta conclusión
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2 Co. 5:21).
La frase, “por nosotros lo hizo pecado” es explicada magistralmente por Elena de White (DTG 17), cuando dice que Cristo fue  tratado como  si hubiese sido un pecador, aunque no lo era, es decir que la culpabilidad de los pecados del mundo recae sobre él como si hubiese sido suya. En conclusión la frase “por nosotros lo hizo pecado” habla de un Cristo que voluntariamente asume la culpa y la condena humanas. Quizá nunca se podrá  entender esto  que es claramente profetizado por el profeta  Isaías 53:3-6; pero es en ese sentido, o sea de acuerdo al texto citado arriba, que Cristo es hecho pecado por su padre.
Llamado
Dios envió a su hijo a morir por nosotros, es nuestro sumo sacerdote, y quiere que todos procedamos a la salvación. Él comprende nuestras debilidades, y paso por este mundo lleno de maldad y dolor, Él esta dispuesto a llevar nuestras cargas. Yo quiero agradecerle a Jesús por su salvación hacia mí ¿Y tú?

[1]Morris Venden, 95 Tesis acerca de la justificación por la fe (Florida, Estados Unidos: Asociación Publicadora Interamericana, 1988), 270.

[2]Ibíd. 270.
[3]L, Caballosa, Romanos: una orientación expositiva y práctica (Grand Rapids, Michigan: Editorial Portavoz), 150.

[4]Ibíd. 150-1.

[5]Ibíd. 151.
[6]William Hendriksen, Comentario al Nuevo Testamento. Exposición de Romanos (Gran Rapids, Michigan: Publicado por Libros Desafío, 1990), 276.

[7]Silverio Zedda, Para leer a Pablo (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1965), 493.

[8]“Hecho semejante a los hombres” [Fil 2:7], Comentario bíblico adventista, ed. Francis D. Nichol, trad. Víctor Ampuero Matta (Boise: Publicaciones Interamericanas, 1996), 7:159,160

[9]Ibid, 160.

[10]Ibid.
[11] Dr. Kittim Silva, Comentario Homilético al Nuevo Testamento (Terrasa, Barcelona: Editorial Clie, 1999), 161,162.

[12] Juan Calvino, Epístola del Apóstol Pablo a los Hebreos (México: Publicaciones  de la Fuente, 1960), 62.
[13]Ibid.

[14]F. F Bruce, La Epístola a los Hebreos (Gran Rapids, Michigan: Publicado por Libros Desafío,  2002), 41.

[15]Humberto Raúl Treiyer, Epístolas del  nuevo Testamento (Entre Ríos, Argentina: Editorial S. E. M. Puiggari; 1965.), 241.

[16]Por nosotros lo hizo pecado” [2Co. 5.21], Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día, ed. Francis D. Nichol, trad. Víctor Ampuero Matta (Boise: Publicaciones Interamericanas; 1996), 6: 867.

[17]Ibid, 866, 867.

[18]Salim Japas, Cristología (Puerto Rico, Mayaguez: Antillian College, 1977), 19

[19]Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1975), 278.

[20]Salim Japas,  Cristología (Puerto Rico, Mayaguez: Antillian College, 1977), 19

[21]Ibid, 21

[22]Ibid, 24.

[23]Ibid, 25.
                [24]Asociación Ministerial de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, Trad. Armando Collins y Miguel A. Valdivia (Florida Oeste, Buenos Aires: ACES, 2007), 348.

[25]Raoul Dederen, Teología. Fundamentos Bíblicos de nuestra fe, trad. Dr. Tulio N. Peverini (México: Gema Editores, 2005), 2: 165.

[26]Asociación Ministerial de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, trad. Armando Collins y Miguel A. Valdivia (Florida Oeste, Buenos Aires: ACES, 2007), 147 







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